Sabía que tenía que ser fuerte y superarlo aunque por ahora
fuera imposible y solo se engañase a sí misma. Podía intentar evitarlo, pero sabía que aquello no
era lo correcto. Le gustaría seguir conservando su amistad, pero sentía que
la había engañado.
Se acercó a la ventana y se sentó en el suelo a contemplar
el cielo gris. La lluvia comenzó a caer
suavemente, salpicando la ventana de pequeñas gotas. Los momentos que pasó
con Roberto volvieron a atacarla. De repente empezó a llover más fuerte y los
recuerdos comenzaron a sucederse más rápido. Las gotas resbalaban por el
cristal llevándose todos los posibles buenos momentos que pasaron juntos. Cerró
los ojos y dejó caer la cabeza... Notó como dos lágrimas recelosas empezaron a
caer despacio, seguidas rápidamente por más. La lluvia hacía eco del llanto que
crecía en su pecho. No podía engañarse más a sí misma, todavía le amaba, y eso
sería así durante un tiempo. Lo vivido no se puede superar de un día para otro.
Pero ¿qué han vivido? Para ella ha sido todo como un sueño muy bonito, en
cambio para él simplemente ha sido una más y eso es lo que más le duele.
En ese momento un rayo iluminó la habitación. Marina alzó la
cabeza y logró ver la foto que decoraba su escritorio. Se levantó pesadamente y
la cogió, acariciando el marco con las puntas de los dedos.
“Ya nada volverá a ser igual. Me ha traicionado”. Otro rayo
iluminó la estancia. En un impulso tiró con violencia el marco que se rompió al
estrellarse contra el suelo provocando que los trozos se esparcieran por todas partes, como
su corazón. Se dejó caer abatida de nuevo al suelo. Esta vez la habían ganado.
Se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar de nuevo, mientras la lluvia seguía y seguía... A esos rayos además se les habían
sumado el ruido del viento y los truenos. Parecía que el tiempo sentía su
dolor.