Un papel en blanco, un bolígrafo azul y una mirada inquisitiva. Ella suelta el décimo suspiro de la tarde mientras acerca la mano y coge el bolígrafo. La mujer que se encuentra al otro lado de la mesa sonríe infundiéndole ánimos, ella sabe lo difícil que es todo esto para esta joven que ha acudido a su consulta. Es la tercera sesión desde que se evitó lo inevitable, pero aquí está ella de nuevo, intentándolo por sí misma y por todos los que la quieren.
-Vamos, escríbelo todo como hemos hablado. Un círculo en el centro y todo lo que te preocupa en distintas flechas para poder ver todo con perspectiva- repite la profesional.
La joven nota un nudo en la garganta y un escozor en los ojos al recordar todo lo que pudo haber pasado pero no ocurrió. Coge aire y lo suelta poco a poco, destapa el bolígrafo y comienza a trazar un círculo lentamente, finalizando con su nombre en el centro. La mujer que se percata de lo duro que está siendo para ella, le acerca la caja de pañuelos en el mismo instante en el que las dos primeras lágrimas corren por las mejillas de esa chica. Es esa misma chica que tiene toda una vida por delante y que por poco se ve truncada, es como un cubo rebosante de emociones.
-Hay cosas que no entiendo...-suspira levantando por primera vez la vista del papel. Está casi todo el folio lleno de nombres, flechas y gotitas que salpican de forma aleatoria todo lo escrito y emborronan algunas letras.
-Ya lo hemos hablado, no todo depende de uno mismo. Tenemos que esforzarnos en intentar ser la mejor versión de nosotros y actuar de la mejor manera posible; pero hay cosas que no dependen de nosotros y eso no lo podemos cambiar- la mujer la observa durante algunos instantes. La tristeza que reflejan sus ojos no se puede explicar con palabras, son sus propios fantasmas los que le atacan sin cesar y ella aún no ha aprendido a controlarlos.
La alarma del reloj de pared anuncia el final de la cita y ella se seca las lágrimas con un pañuelo y se levanta de la silla.
-Nos vemos la semana que viene- murmura y dándose la vuelta sale se la habitación cerrando la puerta tras ella y tras todos los fantasmas que la persiguen.
-Vamos, escríbelo todo como hemos hablado. Un círculo en el centro y todo lo que te preocupa en distintas flechas para poder ver todo con perspectiva- repite la profesional.
La joven nota un nudo en la garganta y un escozor en los ojos al recordar todo lo que pudo haber pasado pero no ocurrió. Coge aire y lo suelta poco a poco, destapa el bolígrafo y comienza a trazar un círculo lentamente, finalizando con su nombre en el centro. La mujer que se percata de lo duro que está siendo para ella, le acerca la caja de pañuelos en el mismo instante en el que las dos primeras lágrimas corren por las mejillas de esa chica. Es esa misma chica que tiene toda una vida por delante y que por poco se ve truncada, es como un cubo rebosante de emociones.
-Hay cosas que no entiendo...-suspira levantando por primera vez la vista del papel. Está casi todo el folio lleno de nombres, flechas y gotitas que salpican de forma aleatoria todo lo escrito y emborronan algunas letras.
-Ya lo hemos hablado, no todo depende de uno mismo. Tenemos que esforzarnos en intentar ser la mejor versión de nosotros y actuar de la mejor manera posible; pero hay cosas que no dependen de nosotros y eso no lo podemos cambiar- la mujer la observa durante algunos instantes. La tristeza que reflejan sus ojos no se puede explicar con palabras, son sus propios fantasmas los que le atacan sin cesar y ella aún no ha aprendido a controlarlos.
La alarma del reloj de pared anuncia el final de la cita y ella se seca las lágrimas con un pañuelo y se levanta de la silla.
-Nos vemos la semana que viene- murmura y dándose la vuelta sale se la habitación cerrando la puerta tras ella y tras todos los fantasmas que la persiguen.