sábado, 23 de noviembre de 2013

Only one

Mis dedos se deslizaron suavemente por las teclas del piano. Era un día lluvioso y frío de finales de Noviembre. Hacía mucho tiempo que no experimentaba la sensación de poder expresarme libremente. Poco a poco mis sentimientos empezaron a fluir libremente a través de la música. El cielo se tornó más oscuro y las primeras gotas empezaron a caer sobre el cristal que me cubría; alcé la vista y un rayo cruzó las nubes. Noté como todo se derrumbaba en mi interior y las lágrimas caían sin cesar. Mis manos aumentaron de velocidad y la música no dejaba de brotar de mi interior.

Ahora me pregunto la razón de mi malestar. Hace mucho que cerré esa etapa, me prometí estar bien, empezar de cero, dejar todo lo malo atrás, intentar apartar de mi esa cosa sin nombre que me persigue día tras día y que intento aplacar de todas las maneras posibles... ¿Qué va mal?
Esa pregunta no deja de repetirse constantemente en mi cabeza...

-Suena triste Cristina- me limité a seguir tocando. Noté su aroma a pocos centímetros de mí- No puedes seguir así, te estás haciendo daño y lo sabes.
-Sabes exactamente que me pasa- contesté secamente.
-Sí, y también se que depende de ti cambiarlo. No me gusta verte así. Llevas un año y 3 meses y a veces te encuentro aquí sola tocando y llorando. Te vienes a bajo y te encierras en ti misma. ¿Quieres hablar?
Dejé de tocar y lo miré.
-Si me conocieras tan bien como dices, esa pregunta sobra. Y ahora, por favor déjame sola Hugo.

Centré mi atención en el piano de nuevo y empezó a sonar A Thousand Years. Cerré los ojos y dejé que el ambiente se llenara del mismo dolor que me acompaña día tras día.
Hugo suspiró y tras darme un beso en la cabeza salió de la habitación.

-Lo siento- susurré- pero es un secreto que no puedo compartir con nadie, ni siquiera contigo.

La lluvia comenzó a golpear con fuerza el cristal y la música a subir de volumen. Mis pensamientos volvieron a mí todos a la vez. A veces, nos es más sencillo sonreír a tener que dar explicaciones de lo que nos pasa. ¿Y si me he equivocado? ¿Y si no estoy haciendo lo que me gusta? He perdido el objetivo que tenía tan claro durante el verano... ¿Qué me pasa?

Me tuve que reír de lo absurdo de la pregunta. La respuesta es más que evidente y sé que la tengo delante de mí. Pero es mi pequeño secreto y tengo que lidiar con él evitando que me consuma.
Poco a poco el sonido se fue dispersando hasta que lo único que se escuchaba en la habitación era la tormenta. Alcé la vista una vez más antes de abandonar la sala y adentrarme en la realidad.

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